Tu e-mail hace siempre lo mismo, más o menos, lo tengas en Gmail o en cualquier otro sitio. Escribes un correo y pulsas enviar. Tu mensaje sale disparado a través del cable hasta el ‘backbone’ de internet más cercano, una de las conexiones principales de la Red que redirige los datos a través de países y océanos.
Google cuenta en un entretenido gráfico que este viaje que se repite miles de millones de veces cada día y dura siempre pocos segundos.
Desde esta vértebra de internet, el correo de Gmail viaja hasta las sedes de Google. El buscador explica que allí pasa por un ‘aro de seguridad’ en el que se detecta el spam y el contenido poco seguro. También atraviesa el centro de datos, que es donde se redirige a su destinatario final.
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