Sabemos que somos polvo de estrellas. Que los elementos de los que estamos hechos son reciclados, y que se han producido en el interior de alguna estrella anterior a nuestro Sol, que murió regando el medio interestelar de su material y que terminó por dar origen a nuestro Sistema Solar.
Sabemos, además, que los seres vivos están hechos de la misma materia que los objetos no vivos: elementos muy comunes como el hidrógeno, carbono, oxígeno, nitrógeno, azufre y poco más. Un átomo de carbono de nuestro cuerpo es exactamente igual a uno de un diamante o al de una nube interestelar. Las diferencias vienen de tener los seres vivos sus átomos organizados de forma diferente a como lo están en una estrella o una piedra, y esa organización se mantiene consumiendo continuamente energía y nutrientes del entorno. La energía es necesaria para mantener las estructuras y para fabricar cosas (termiteros, ciudades, ideas o hijos). Todo esto lo sabemos ya que es algo muy general: en el universo se fabrican espontáneamente estructuras complejas que también consumen energía y se autoorganizan, sean éstas una galaxia o un huracán.
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