Dormía el conde Rodríguez
acostadito en la su cama:
La pierna izquierda encogida,
la diestra, más estirada.
(la otra pierna, la de en medio...
es costumbre no mentalla).
Dormía plácidamente:
Hay que ver lo que roncaba,
so la lana del embozo
de su manta zamorana.
Y la condesa Sonsoles ,
que al su lado estaba echada,
roncaba un aria da capo
que ni la María Callas...
Y antes de que cante el gallo...
(que lo suele hacer al alba,
porque sepan las gallinas
quién les canta y quién les manda...)
con el rostro demudado,
¡Don Rodríguez despertaba! :
“¿Qué es aquesto? -diz Rodríguez-
¿Quién mi sueño sobresalta?
¡A mí la guardia moruna
del Ministro Rub-al-Kaaba!”
Avanzando entre las sombras
que rodeaban la su cama...
ve que crece, ve que avanza...
la silueta recortada
de un espectro, de un fantasma...
¡Vive Dios que miedo daba!
Entre nubes de sulfuro
y otras de canela en rama,
a los pies de Don Rodríguez
el espectro da la cara:
Va vestido de uniforme,
calzón corto, con polainas...
y, esparcidas por el pecho,
quien en ello se fijara...
no verá que lleve estrellas,
sino “bujeros” de bala.
Lleva gafas redonditas
-las que John Lennon llevara-
y así... visto desde lejos,
se da un aire con Azaña.
Noble porte, talle recio,
cabellera ya entrecana...
Y quién es y a qué ha venido,
allí mesmo lo declara:
“¡Yo me llamo Juan Rodríguez:
soy tu abuelo... ¡noramala!
Y aquí vengo por decirte
cuatro cosas a la cara!”
- “¿Tú, mi abuelo idolatrado,
aquél que Franco matara?
¿Tú, la víctima primera
de entre todas las de España?”
- “¡Ese soy... y menos coba!”
- “¡A mis brazos, camarada!”
- “¡Quita allá!... menos abrazos,
que de mí no sabes nada.
Si supieras, no le harías
lo que estás haciendo a España”
- “Abuelito fusilado...
¿No será que estás de guasa?
¿No te dieron matarile
los del trapo rojigualda?
Pues que sepas que tu nieto
que por algo es el que manda,
va a volver a la contienda
otra vez las dos Españas:
¡Y esta vez verás, abuelo...
que es la nuestra la que gana!
¡Una España progresista,
federal-republicana,
asimétrica y cubista
de la noche a la mañana!”
El abuelo fusilado
mírale y no dice nada...
Mírale muy fijamente,
con su cara de fantasma,
una cara que parece
que es de cera, por lo blanca...
Y por ella, mansamente,
una lágrima resbala
(que la cara, según dicen,
es el espejo del alma...)
- Ya son setenta los años
que llevo criando malvas
en el cielo del Olvido,
y no sé lo que me pasa...
pero me llena de rabia
que mi muerte y la de tantos
no sirviera para nada.
Allí estamos a millares
los que la guerra matara...
con su poquito de gloria,
con su poquito de infamia.
Padres, tíos y sobrinos,
abuelos de media España.
Allí todos somos uno...
ya no hay rojos, ya no hay fachas,
vencedores ni vencidos...
Sólo queda la enseñanza
de saber que el fanatismo
es quien miente y es quien mata.
Otros muertos más recientes
pueden dar de ello palabra...
(y no veo que por ellos
se te mueva pie ni pata)
Ese es todo mi mensaje,
mi mensaje de fantasma:
No nos metas a los muertos
de comparsa en la tu causa.
No te cuides de los muertos...
cuídate de los que matan,
los que han hecho de la muerte
su más próspera jugada.
Ahí te quedas, Don Rodríguez...
Ahí te quedas en tu cama.
Yo me voy al otro barrio,
que el de aquí me rompe el alma.